3 PASOS CLAVE PARA CONTROLAR LOS IMPULSOS

     Es fácil dejarse llevar por el momento y actuar según sentimos, y eso está muy bien, pero como todo, con un límite, puesto que si nos dejamos llevar demasiado, podemos meter la pata, y no me refiero solamente a impulsos de violencia o de mal humor, también pasa al contrario, que en un momento de euforia y de alegría, podemos prometer cosas o hacer ilusiones de cualquier tipo a alguien, y luego nos arrepentimos. Y de eso quería hablar hoy, he visto una pequeña reflexión por ahí que me dio que pensar y quiero transmitirla con mis palabras, para poder vernos reflejados en ella, y ser conscientes de que hay que encontrar un equilibrio entre actuar según sentimos y tener la mente fría, para poder sentirnos bien con nosotros mismos y con los demás. Cualquiera de las dos ideas (actuar según sentimos y tener la mente fría), llevadas al extremo nos puede traer consecuencias negativas, y hacernos vivir con el sentimiento de culpa, de arrepentimiento y con remordimientos.


  • No prometas cuando estés feliz: A todos nos ha pasado, por ponerte un ejemplo, te encuentras por la calle con alguien que hace años que no ves, los dos os inundáis de alegría y os vais a tomar un café, en esa conversación la otra persona se desahoga contigo porque está pasando una mala época, tu te sientes agradecido y con ganas de ayudar, y cuando te quieres dar cuenta, le has prometido quedar con el/ella mil veces más, le vas a presentar a toda tu familia, le has asegurado ayudarle a encontrar trabajo, incluso tu entorno (que no le conoce) le va a ayudar en ese tema, le has dicho que vas a estar a su lado a partir de ahora para lo que quiera y para siempre, incluso te ofreces a prestarle dinero... Estás tan feliz por ver como alguien al que has tenido cariño confía en ti, y te sientes tan útil pudiendo ayudar al que lo necesita, que sin querer has prometido algo que te va a resultar imposible de cumplir, y más teniendo en cuenta, que tu situación puede ser que sea parecida a la suya, y también tengas necesidades, y lo peor es que ni siquiera te ha pedido ayuda, simplemente se estaba desahogando... Pasan los días y la otra persona te llama para ver si es posible que cumplas lo prometido ¿Y ahora qué?... Pues o bien te haces el sueco y desapareces, o apechugas y cumples con tu palabra aunque te hayas dado cuenta que te has pasado prometiendo, o te llenas de valor y le explicas que no puedes ayudar y que te dejaste llevar por el impulso del momento. Cualquiera de las tres opciones te va a hacer sentir mal a ti, al otro o a los dos a la vez. ¿Qué hubiera sido lo ideal? Encontrar el equilibrio del que hablaba antes, y en ese primer encuentro que os dio tanta alegría, ser consciente de hasta donde puedes llegar con tus promesas, y así podrás seguir teniendo una buena relación con la otra persona y evitarás disgustos para ambos.
  • No respondas cuando estés enfadad@: La de cosas que hemos soltado por la boca en momentos de cabreo y nos hemos arrepentido, nos hemos dejado llevar por el cabreo y hemos metido la pata hasta el fondo, y si encima eres un poco orgulloso, tu ego no te va a permitir pedir perdón, y vas a llevar esa carga durante un tiempo, o mucho tiempo, con remordimientos, sintiéndote mala persona, porque sabes que has podido decir algo que de verdad a otra persona le ha dolido. Y depende del nivel que haya sido ese cabreo, puede ser que hayas soltado un golpe bajo súper hiriente y cruel, que poniéndome en el peor de los casos, ese golpe bajo ha acabado con una relación de años, y todo por decir cosas que no en verdad no queremos decir, por habernos dejado llevar por el impulso del cabreo. Es injusto para ti y para el otro. Recuerda alguna situación que te haya pasado parecida, y saca una lección de ella, aprendiendo de los errores es la manera más eficaz para no volverlos a cometer.
  • No decidas cuando estés triste: En momentos de ansiedad, angustia, tristeza, desesperación, frustración, desmotivación... es fácil mandar todo a la mierda. Depende de el caso, las consecuencias pueden ser más o menos graves, pero nunca va a ser una buena elección tomar decisiones dejándose llevar por sentimientos desagradables. Imagina que tienes un proyecto entre manos de cualquier tipo (laboral, de aficiones, de pareja, de amistad...) en el cual has invertido muchísimo tiempo, paciencia y empeño, y claro, estamos acostumbrados a querer ver el resultado lo antes posible, y eso ocurre pocas veces, y un día te levantas con el pie izquierdo, no le encuentras más el sentido a aquello en lo que estás esforzándote puesto que ves un resultado muy lento, o ningún resultado, y decides abandonar. Piensas que te estás quitando un peso de encima, pero eso es solo temporal, lo que en verdad estás consiguiendo es convertirte en una persona inconstante, que rinde ante las adversidades en vez de luchar y hacerte más fuerte. Y si este hábito de abandonar lo conviertes sin querer en tu estilo de vida, nunca vas a sentirte feliz, puesto que nunca vas a conseguir tus objetivos, y eso provocará en ti sentirte un desgraciado, un inútil y acabarás sin encontrarle sentido a la vida. Tienes que pensar que lo más fácil es tirar la toalla y quejarte de lo mal que te va todo, y lo difícil es decidir seguir viviendo, es lo que más te costará pero a la vez es lo que más te hará sentirte a gusto contigo mismo. 
     Por eso repito la importancia de encontrar el equilibrio entre dejarse llevar por lo que sentimos y tener la mente fría. Puedes pensar que eso lo conseguirán otros pero tú no vas a ser capaz, porque eres así (el argumento fácil para no mejorar). Pero si puedes cambiar y dejar de ser tan impulsiv@, el truco está en reflexionar sobre los momentos que has metido la pata, y sacar un aprendizaje, y repetir esta operación una y otra vez, si lo haces, cuando te hayas dado cuenta, con paciencia, serás capaz de controlar tus impulsos sin tener necesariamente que convertirte en una persona que no se inmuta ante nada.

Si te ha gustado esta entrada, descárgatela en .pdf aquí.



No hay comentarios:

Publicar un comentario